diumenge, 20 de desembre del 2009

Destino


¿Existe un destino? Es fácil pensar que sí. Todo es tan complicado que, a veces, es difícil creer que sólo sea fruto de la casualidad. ¿Cuántos amigos no hubieras conocido de no ser por un simple detalle?, ¿Cuántas cosas te habrías perdido sólo por no haber salido una noche? O más aún, mi abuela, por ejemplo, estuvo a punto de morir, de pequeña, a causa de una insolación… ¿Qué hubiera pasado si no se hubiera salvado?, ¿Cuántos casos parecidos a este deben existir en nuestro pasado? No es simplemente que fuéramos el único espermatozoide, entre miles, que consiguió llegar al óvulo; sino que des de que existe la humanidad, bastaría con que uno de tus millones de antepasados no hubiera tenido hijos para que te volatilizaras en un instante. Por no hablar ya de la simple formación de la tierra. ¿Por qué entre las muchas posibilidades, tubo que salir precisamente ésta? ¿Por qué tubo que haber un Big Bang?

Estuvimos tan a punto de no existir que hasta parece mentira que estemos aquí.

Y sin embargo… ¿Cuál es la gracia de que exista un destino? Si tu historia está preestablecida, ¿Por qué esforzarse? Si hagas lo que hagas, todo acabará igual. Creo que pensar que existe un destino es creerte alguien demasiado importante. Alguien lo suficiente especial como para que otro se molestara en pensar lo que va a sucederte (y… ¿Qué otro? ¿un Dios?).

Aunque, no negaré que es dulce creer en él. Puedes pensar que eso malo que te ha pasado tiene una razón, que el mundo es más justo y que un niño no muere porque si. Que tu media naranja está en algún lugar, esperándote y que tendrás tu “felices para siempre” (y que si no lo tienes, es por una razón de peso).

¿Somos lo que elegimos o lo que otro quiso que fuéramos? Mi opción es clara, aunque quizás sea simplemente por orgullo. Prefiero pensar que soy libre para decidir antes de creer que mi vida carece de misterio. Me gusta la casualidad, el azar, el riego, no ir sobre seguro. Así que, a falta de pruebas, me quedo con la teoría que más me conviene.

dilluns, 7 de desembre del 2009

Hoy, un historia


Hoy, un historia



Julio la mira, de reojo, pero ella no se da cuenta. Sofía parece demasiado risueña, entre gente y copas de cava, como para fijarse en la desgracia ajena.
Es preciosa, nunca ha dejado de serlo, está seguro, aunque haga años que no la ve. Sus manos siguen siendo finas, sus ojos brillantes y su sonrisa sincera. Es quizás eso lo que siempre más le gustó de ella, sus eternas ganas de ser feliz.

Julio, en cambio, tiene mala cara. Hace días que no duerme bien y tiene problemas en el trabajo. Todo se le ha vuelto monótono y ya no tiene ilusión por vivir. Sus últimas esperanzas fueron depositadas, justamente, en éste día. Al ver la carta de “cena de antiguos alumnos” en su buzón sintió, por un instante, aquellos nervios en la barriga que ya había olvidado. Parecía que la vida le daba una segunda oportunidad. Pero, por desgracia, sólo lo parecía…

Sofía había cambiado. Antes Julio era el único que veía su belleza, camuflada entre vestidos anchos y gafas de botella. Sus compañeros solían reírse de su pésimo gusto, aunque eso jamás le importo. Al estar a su lado le era indiferente lo que los demás pudieran opinar. Era su historia, suya y de nadie más. Eso les gustaba. Ellos se creían los únicos conocedores de esa felicidad tan absoluta que se encuentra con un mero y simple roce de las manos. Eran egoístas. Quisieron comerse el mundo sin molestarse antes en conocerlo. Quizás fuera justamente eso lo que hizo que todo se derrumbara, que todo saliera mal. Quizás, simplemente, fue el destino. Pasó porque tenía que pasar. Era más fácil aceptar las cosas sin más que buscar culpables.

La única certeza es que, ahora, Julio mira a Sofía y le cuesta creer que un día ella estuvo entre sus brazos. Está más alta, más esbelta, más cuidada. Aunque Julio la prefería antaño, cuando sólo él sabía su valía. No le gusta tener que compartirla, quisiera ser el único que la mirase de forma especial. Siente celos al ver el deseo con que la miran los otros hombres.

A Julio le gustaría acercarse a Sofía y decirle que la ha echado de menos, que no ha cesado de buscarla en otras mujeres; pero es incapaz. Porque siente que ya no encaja en su vida. Que ella es demasiado para alguien tan vulgar como él y que lo único que puede hacer es observarla a lo lejos.
Además está ese anillo, ¡ese horrendo anillo posado en su dedo anular! Julio siente envidia de ese desconocido que despierta cada día con ella entre sus brazos.

O eso quiere creer, porque, la verdad, es que la razón por la cual Julio no se aproxima a Sofía, la razón por la que su boca sigue estando callada es porque ya no la ama, porque jamás la ha echado de menos y porque sólo quiere recuperarla para no aceptar su derrota. Para no aceptar que está solo, que jugó mal sus cartas. Por mero orgullo. Si Julio fuese sincero consigo mismo entendería que sólo quiere reconstruir el pasado para encontrarse a si mismo. Que quiere recuperar aquella ilusión que dejó escapar mientras crecía. Por eso se engaña, por eso Julio aún cree que desea, con todo su corazón a Sofía. Por eso la mira y la ve cambiada cuando, en realidad, el único que ha cambiado es él.

Pues Sofía lo mira y desea que él se acerque y no logra comprender porque no lo hace. Ella no podía habérselo dejado más claro. Se ha puesto en el anular aquel anillo con el que, en una tarde lejana, él le pidió matrimonio y se ha arreglado, peinado y vestido de gala, todo para él, para que la vea preciosa. Quiere que Julio venga y le diga que la ha echado de menos, que ahora si que está preparado para vivir a su lado y no volverá a huir. Sofía cree, de veras, que el tiempo ha conseguido lo que ella fue incapaz, que él deje el miedo al compromiso atrás. Pero es demasiado ilusa.

Él no vendrá y la fiesta acabará. Y volverán a sus casas, solos.

dimecres, 25 de novembre del 2009


Vero está embarazada y se casa.
¿Quién es Vero? Poco importa, basta decir que tiene 20 o 21 años y que iba conmigo al colegio (y cuando digo colegio, me refiero a la primaria). Es la típica chica que podrías cruzarte un día cualquiera por la calle y no repararías en su presencia. Una más. Como tantas.

Pero Vero está embarazada y se casa y dice ser la mujer más feliz de este mundo. A todas horas inunda facebook con frases empalagosas (“¡¡Mi rexito tEqUieRo!!”) y hasta crea un grupo llamado “para todas las que no podemos vivir sin él”. Así pues, las primeras palabras que dirige a otra persona (servidora) después de 8 o 9 años sin mediar conversación alguna, son referentes a su próxima unión.

Vero está embarazada y se casa y su próximo marido es mucho mayor o, al menos, ello intuyo al ver sus fotos. Lo poco que se, es que peruano y que llevan juntos año y medio. En cuanto a ella, no he indagado si ha estudiado más allá de la ESO, pero es fácil suponer que no.

Y ante este panorama, Alba, que ni se casa ni quiere hacerlo aún (¡y ya ni digamos de tener un hijo!) no sabe cómo tomarse la situación.

Por un lado, ve a Vero estúpida, por dejar su futuro en manos de un hombre y volcarse tanto en él. Por no preocuparse en más que en hacerle feliz y en formar su propia familia, sin atenderse a ella misma (como persona individual). Porque en cualquier momento todo puede cambiar y Vero puede verse sola, con un hijo y sin nada con lo que mantenerse.

Pero, por otro lado, ve a Vero y siente envidia. Porque ella vive en una inocencia y en una felicidad que Alba nunca llegará a conocer. Porque Alba tiene demasiada autoestima y se quiere demasiado a si misma como para que su vida dependa hasta ese punto de otra persona. Alba cree que debe triunfar en el trabajo y no se resigna a ser una simple ama de casa. Cree que debe formar una familia perfecta y conseguir dinero. Y ahí, Vero gana.

Porque para Vero la felicidad consiste, ni más ni menos, que en lo que ya tiene. En su futuro marido, en su hijo y en su nueva familia. Para Alba, la felicidad es algo que nunca conseguirá por completo, porque aspira a algo demasiado perfecto y no se conforma con lo que ella cree que es poco (con lo de Vero).

Y yo me pregunto… ¿Acaso la finalidad que tenemos todos, en esta vida, no es ser feliz?, ¿por qué nos complicamos tanto?, ¿por qué no puedo contentarme con una vida corriente?, ¿por qué necesito ser más que la media?, ¿por qué no puedo ser una Vero más?

divendres, 18 de setembre del 2009

Final


Y entonces me lo pregunta. Así, sin más. “Me estás diciendo que quieres dejarlo?”, expresa. Y yo le miro. Y creo que no ha entendido nada.
Me quedo en silencio. No es tan simple. Nada se basa en lo que quiera o deje de querer. No funciona así. Pero… ¿Cómo puedo hacérselo entender? ¿Cómo haces comprender a alguien algo que ni tú misma entiendes?

Suspiro. ¿Cómo hemos llegado a este punto? Estamos de viaje, ¡en Italia!, hemos de seguir hasta Viena ¡y vamos con sus padres! De acuerdo con que últimamente el ambiente era muy tenso pero… ¿hacía falta hablarlo todo en éste momento? Ni yo quería, ni él tampoco. Pero ya no hay marcha atrás. Empezamos discutiendo por tonterías y hemos acabado con la endemoniada pregunta.

Si quiero dejarlo, dice… y yo no se que responder. Porque no se si deseo romper esta relación, pero sí se que no quiero seguir así.

Quizás no soy más que una enamoradiza y una tonta, pero de siempre que he pensado que el amor es algo mágico, algo especial. Y lo que nosotros tenemos, ya no lo es. Es monótono, es rutinario, cada día no es más que una copia del anterior.
Sin sorpresas, sin misterios… ¡sin nada!

Y yo, que quizás soy demasiado romántica, necesito a alguien a mi lado que me haga sentir única. Que me demuestre que me quiere. Que no lo de todo por sabido. Unas flores, una visita sorpresa, un simple regalo, unas palabras bonitas (¿se dio cuenta de que hubo un momento en que dejo de decírmelas?), una carta… ¡lo que fuera! Todo sirve, con tal que me haga ver que soy importante. Con tal de que me enseñe que, por encima de todo, él quiere hacerme feliz.

¿Es eso pedir un príncipe azul? ¿Es pedir imposibles? ¿Es pedir demasiado?

Así que me giro hacía él e intento volver a explícaselo. Intento que responda a mi pregunta, que me de la respuesta. Pero él, simplemente, murmura que es así, que no va a cambiar. Y es lo que hay.

Así que todo se vuelve muy simple… Si él no cambia, he de ser yo quien lo haga. Debo ser yo la que olvide sus ideas y acepte esta rutina.

¿Esto funciona así?, ¿soy acaso demasiado egoísta al pensar que los dos deberíamos dar algo de nuestra parte?, ¿demasiado egocéntrica al creer que si no cambia para hacerme feliz es que no me quiere lo suficiente?, ¿debería aceptarle tal y como es y resignarme?

Pero… ¿acaso no peca él de lo mismo? Me dice que debo ser más madura, que debo darle más espacio, que debo apoyarme menos en él… ¿Por qué he de cambiar yo dos cosas de mi carácter y él ninguna?, ¿Por qué debo ser la única que se sacrifique?

Yo lo se, sí yo cambiara, esto funcionaría. Y funcionaría muy bien pero… pero… me quiero demasiado a mi misma para renunciar a lo que soy por otra persona.
Y entonces, todo parece claro. Y alzo la voz, y le digo que sí, que quiero dejarle.

Y empiezo a llorar.

diumenge, 13 de setembre del 2009

Toda historia, tiene su inicio...


Un día leí, a saber dónde, que la mejor manera de solucionar un problema era plasmarlo en un papel y dejar de darle vueltas. Luego, pasadas unas horas, debías volver a coger tu escrito y leerlo como si fueran un seguido palabras sin importancia escritas por otro.

Nunca he creído que funcionara, pero tampoco lo he intentado. Y yo, que me he pasado la vida dejando de hacer cosas por considerarlas estúpidas, indecentes o tontas, he decidido que esa parte de mi debe cambiar. Ni que sea un poco.
Así que aquí estoy, empezando este blog. Aunque sea más un acto simbólico que un verdadero cambio. Y pese a que sea una tontería, en el fondo. Pero me hace ilusión.

Aunque, la verdad, tampoco es que lo abra para hablar de mi vida, sino para escribir lo que me apetezca en ese momento. Sea lo que sea. Pese a correr el riego de que no me acabe leyendo nadie… Al fin y al cabo, esto lo hago por mí y por dos amigos pesados.

Así que nada, hoy no voy a alargarme. Sólo espero que esta sea la primera de muchas entradas. Un saludo.