Y entonces me lo pregunta. Así, sin más. “Me estás diciendo que quieres dejarlo?”, expresa. Y yo le miro. Y creo que no ha entendido nada.
Me quedo en silencio. No es tan simple. Nada se basa en lo que quiera o deje de querer. No funciona así. Pero… ¿Cómo puedo hacérselo entender? ¿Cómo haces comprender a alguien algo que ni tú misma entiendes?
Suspiro. ¿Cómo hemos llegado a este punto? Estamos de viaje, ¡en Italia!, hemos de seguir hasta Viena ¡y vamos con sus padres! De acuerdo con que últimamente el ambiente era muy tenso pero… ¿hacía falta hablarlo todo en éste momento? Ni yo quería, ni él tampoco. Pero ya no hay marcha atrás. Empezamos discutiendo por tonterías y hemos acabado con la endemoniada pregunta.
Si quiero dejarlo, dice… y yo no se que responder. Porque no se si deseo romper esta relación, pero sí se que no quiero seguir así.
Quizás no soy más que una enamoradiza y una tonta, pero de siempre que he pensado que el amor es algo mágico, algo especial. Y lo que nosotros tenemos, ya no lo es. Es monótono, es rutinario, cada día no es más que una copia del anterior.
Sin sorpresas, sin misterios… ¡sin nada!
Y yo, que quizás soy demasiado romántica, necesito a alguien a mi lado que me haga sentir única. Que me demuestre que me quiere. Que no lo de todo por sabido. Unas flores, una visita sorpresa, un simple regalo, unas palabras bonitas (¿se dio cuenta de que hubo un momento en que dejo de decírmelas?), una carta… ¡lo que fuera! Todo sirve, con tal que me haga ver que soy importante. Con tal de que me enseñe que, por encima de todo, él quiere hacerme feliz.
¿Es eso pedir un príncipe azul? ¿Es pedir imposibles? ¿Es pedir demasiado?
Así que me giro hacía él e intento volver a explícaselo. Intento que responda a mi pregunta, que me de la respuesta. Pero él, simplemente, murmura que es así, que no va a cambiar. Y es lo que hay.
Así que todo se vuelve muy simple… Si él no cambia, he de ser yo quien lo haga. Debo ser yo la que olvide sus ideas y acepte esta rutina.
¿Esto funciona así?, ¿soy acaso demasiado egoísta al pensar que los dos deberíamos dar algo de nuestra parte?, ¿demasiado egocéntrica al creer que si no cambia para hacerme feliz es que no me quiere lo suficiente?, ¿debería aceptarle tal y como es y resignarme?
Pero… ¿acaso no peca él de lo mismo? Me dice que debo ser más madura, que debo darle más espacio, que debo apoyarme menos en él… ¿Por qué he de cambiar yo dos cosas de mi carácter y él ninguna?, ¿Por qué debo ser la única que se sacrifique?
Yo lo se, sí yo cambiara, esto funcionaría. Y funcionaría muy bien pero… pero… me quiero demasiado a mi misma para renunciar a lo que soy por otra persona.
Y entonces, todo parece claro. Y alzo la voz, y le digo que sí, que quiero dejarle.
Y empiezo a llorar.
Me quedo en silencio. No es tan simple. Nada se basa en lo que quiera o deje de querer. No funciona así. Pero… ¿Cómo puedo hacérselo entender? ¿Cómo haces comprender a alguien algo que ni tú misma entiendes?
Suspiro. ¿Cómo hemos llegado a este punto? Estamos de viaje, ¡en Italia!, hemos de seguir hasta Viena ¡y vamos con sus padres! De acuerdo con que últimamente el ambiente era muy tenso pero… ¿hacía falta hablarlo todo en éste momento? Ni yo quería, ni él tampoco. Pero ya no hay marcha atrás. Empezamos discutiendo por tonterías y hemos acabado con la endemoniada pregunta.
Si quiero dejarlo, dice… y yo no se que responder. Porque no se si deseo romper esta relación, pero sí se que no quiero seguir así.
Quizás no soy más que una enamoradiza y una tonta, pero de siempre que he pensado que el amor es algo mágico, algo especial. Y lo que nosotros tenemos, ya no lo es. Es monótono, es rutinario, cada día no es más que una copia del anterior.
Sin sorpresas, sin misterios… ¡sin nada!
Y yo, que quizás soy demasiado romántica, necesito a alguien a mi lado que me haga sentir única. Que me demuestre que me quiere. Que no lo de todo por sabido. Unas flores, una visita sorpresa, un simple regalo, unas palabras bonitas (¿se dio cuenta de que hubo un momento en que dejo de decírmelas?), una carta… ¡lo que fuera! Todo sirve, con tal que me haga ver que soy importante. Con tal de que me enseñe que, por encima de todo, él quiere hacerme feliz.
¿Es eso pedir un príncipe azul? ¿Es pedir imposibles? ¿Es pedir demasiado?
Así que me giro hacía él e intento volver a explícaselo. Intento que responda a mi pregunta, que me de la respuesta. Pero él, simplemente, murmura que es así, que no va a cambiar. Y es lo que hay.
Así que todo se vuelve muy simple… Si él no cambia, he de ser yo quien lo haga. Debo ser yo la que olvide sus ideas y acepte esta rutina.
¿Esto funciona así?, ¿soy acaso demasiado egoísta al pensar que los dos deberíamos dar algo de nuestra parte?, ¿demasiado egocéntrica al creer que si no cambia para hacerme feliz es que no me quiere lo suficiente?, ¿debería aceptarle tal y como es y resignarme?
Pero… ¿acaso no peca él de lo mismo? Me dice que debo ser más madura, que debo darle más espacio, que debo apoyarme menos en él… ¿Por qué he de cambiar yo dos cosas de mi carácter y él ninguna?, ¿Por qué debo ser la única que se sacrifique?
Yo lo se, sí yo cambiara, esto funcionaría. Y funcionaría muy bien pero… pero… me quiero demasiado a mi misma para renunciar a lo que soy por otra persona.
Y entonces, todo parece claro. Y alzo la voz, y le digo que sí, que quiero dejarle.
Y empiezo a llorar.
:( supongo que este emoticono lo dice todo.
ResponEliminaNos vemos en 30 mins.
PS:Tenemos que vigilar, que Alba quiere que nos disfracemos...¡Qué miedo!
Se perdió el Tza, tza, tzu.
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